No deja de alimentar nuestra ilustrada vanidad la contemplación de la metódica demolición social, el esfuerzo de todos por llevar un poco más allá su estúpida chulería... Vamos a dejarles... Antaño se destruía el edificio para levantar otro mejor. Así, en la prudencia cartesiana, en su protesta de inocente, para que no se entendiera que él pedía la reforma de los grandes cuerpos sociopolíticos y sus ideólogos (las universidades), ya estaba dada la imaginación de lo contrario, de que sí se pidiera la reforma y se contratara la sociedad desde unos cimientos nuevos, mentales e institucionales. En estos penúltimos intentos de nuestros días, yo, un remotísimo ilustrado, no veo otra cosa que la progresiva y fatal transformación del animal rationale en el ser más gregario que quepa imaginar, y sin necesidad de pastores religiosos. Solamente merced a su noluntad tontísima. Que así sea.
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Ilustración en gris, minimal.
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