Lo escrito resulta insoportablemente personal y autocompasivo, aunque manifieste su intención firme de ser lo contrario. Esta emoción intolerable del ser arrojado a solas al mundo, y que en vez de verter lágrimas las transforma en tinta, no nos deja en buen lugar. Nos despoja de la cara de hombres curtidos, nos entrega al otro reflexivos y, por lo tanto, blandos e indeseables.
Guardamos el archivo, pues no estamos preparados para tal exhibición de la miseria.
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Nada más que un apunte sin contexto:
... Pero no he renunciado a decirlo en un estrecho círculo, porque, a cambio, he adquirido la virtud de decir las cosas claras, quizás porque no tengo ni presunción ni ambición ninguna, de expresarme con franqueza y con frases, a veces cortas, en que (me) confieso cómo me siento. (Entre paréntesis, no te voy a decir por qué te cuento estas cosas, ¿no lo sabes?, para no satisfacer tu vanidad de una generación posterior: los jóvenes están condenados a no entender a sus mayores; y yo lo soy a pesar de mi –aparente- infantil simpleza, pues no creo en casi nada, aparte de la memoria de los míos y la fragilidad ...
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