Lo que las redes sociales corren el peligro de realizar en un revival de Baden-Powell, lo pueden lograr, con independencia querida, los blogs personales: la conversión del diario en correspondencia, la epístola en tiempo real. ¿De qué sirve? Digamos que da otra vida, otra manera de existir, al lenguaje.
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No obstante, ¿seguiríamos escribiendo sine die? A veces pienso que no, como tampoco vamos a vivir sine die. Personalmente no me imagino otra obra que la del diario, un cajón abierto donde van a parar las modestas reflexiones, un GH de conceptos escolares. ¿Vale la pena?
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