28 de marzo de 2009

Parágrafos kantianos de Fortunata y Jacinta

He aquí el remedio, aderezado de zumbonería, que le pone Ballester a la chifladura mística de Maxi (marido de Fortunata y compañero en la botica). Los profs de Filosofía de 2º de Bach. no estarán errados cuando piensen en Nietzsche, en los males paralelos de la ascesis y el descontrol. Estaba en el tiempo (XIX finisecular) pensar en estas cosas, o como mínimo tenerlas en mente, al modo de una atmósfera interiorizada. Volviendo a los fármacos del ánimo, y puesto que no tiene éxito Ballester con sus palabras, cuando se va, acompañado por las señoras de la casa hasta la puerta, les comunica que ha pensado en una solución más radical: Pérez Galdós escribe hatchisschina (en cursiva en el original). Sí, eso. Además, Francisco Caudet, el editor de la versión de Cátedra de la que procede el fragmento, facilita la información debida en una graciosa (¿ingenua?) nota a pie de página sobre las propiedades sedantes y euforizantes (a dosis altas) del cáñamo alternativo.

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Curioseando por las páginas del exhaustivo libro de Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España (Gredos, 2004), en la p. 154 se menciona a Pérez Galdós en relación con la recepción de Nietzsche por parte de los escritores pre 98. No hay relación, determina el profesor, aunque alguno de los personajes de su obra tengan resabios de supermán. Sobejano recuerda que así lo apuntaba Pérez de Ayala, a propósito del drama galdosiano La loca de la casa (1892). Esto no dejan de ser temas de eruditos que a mí me vienen más bien poco. Sin embargo, hay que advertir que no concuerda el dictamen de Sobejano, al afirmar taxativamente que el progresista Galdós no podía recibir adecuadamente al radical (reaccionario contra el siglo) Nietzsche. Este juicio de intenciones, que atribuye al otro lo que puede o no puede a través de la proyección de los propios y particularísimos esquemas mentales, además de carecer de sentido, no casa tampoco con lo mismo que señala la cita reproducida a pie de página de Pérez de Ayala, pues éste sostiene que Galdós se adelantó a Nietzsche. Tampoco tiene especial significado este consignar la velocidad ideológica, la rapidez, digamos, con que los pensamientos se me aparecen a mí o se te manifiestan a ti, pero nos muestra con evidencia suficiente aquello que nos ha de parecer verosímil y apropiado para un conocimiento prudente: que las ideas flotan como creencias antes de ser pescadas como ideas, tomando prestados los términos de Ortega que yo le oí por vez primera al profesor Iglesias de Ussel en el otoño de 1984.

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Cerrando el día del diario.

Me imagino cierta sequedad del alma en la querencia investigadora mantenida constantemente en la vida. Yo no soy capaz, de manera que una falsa erudición y una frivolidad de máscara me permiten acogerme a la idea platónica de la creatividad. Tan copia de la idea que reconozco que se trata de ilusión. Además, me permite no ser riguroso en el empleo del lenguaje, de manera que una falsa erudición me saca de los actos de habla de los grupos sociales que regulan la erudición verdadera. Hablo yo o lo parece. Nada importa. Ni si quien escribe viene a ser éste o el de más allá. Autoficción.

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