No soportamos que el infractor demande perdón: que se salga, por cobarde conveniencia, de la mecánica de la causa y el efecto. Mediante este ardid la causa es hipostasiada, externamente (Dios), e internamente (la ley moral, la vergüenza).
No hemos menester de sustancias: mis hechos a mí me pertenecen, los tuyos a ti.
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