África en silencio, de Manuel Villar Raso (Almuzara, 2005; editado también por Alianza, 2007): un libro irregular -hay, por ejemplo, párrafos que no se terminan de entender: ¿prisas editoriales?- pero válido, honrado, y deprimente acerca de la realidad africana actual. En este último sentido resulta más útil el recorrido general por distintos países de la segunda parte; más que la mixtura de crónica histórica y reportaje del tiempo presente de la primera parte, centrada en el territorio de Malí. Muy utilizable, escolarmente hablando, el breve capítulo final (cuatro páginas), "El fracaso de áfrica".
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La lecturas africanas me parecen muy válidas: en primer lugar por el conocimiento de unos hechos radicalmente diferentes a los que se pueden observar en la realidad económica y tecnológica de los mundos confortablemente democráticos. (Ya sé que esto es como caerse del guindo, pero uno propone el pequeño reto, a quien ya se dé por avisado de estos asuntos, de que se imponga la tarea de leer por su cuenta a ver si aguanta. Lo escrito sobre la miseria se me antoja mucho más impactante que la imagen embrutecedora y fugaz de las televisiones.)
En segundo lugar, hará bien el maduro aprendiz de filósofo en considerar la validez de ciertos hechos como criterio de reglas más sofisticadas: como un paso desde el "es" brutal al "deber ser" europeo (universal), como una falacia absolutamemte justificada, en este caso concreto. (De nuevo recomiendo la prueba de la eficacia lectora: yo me siento incapaz de imaginarme asistiendo en presente a los hechos que relata Villar Raso; así de miserable y poca cosa soy.)
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En el terreno de lo irrelevante y mezquino no nos habremos de olvidar de la realidad política española: de personas pequeñas y grandemente sectarias, a uno y otro lado del ágora. Por Dios!
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