La yihad: En las pp. 477 ss., la política de alianzas del segundo gobierno de B. Bhutto es capaz de dejar en suspenso el entendimiento del observador (también del público lector) occidental. La táctica de división y victoria (es lo que se pretendía), practicada con los adversarios ideológicos antes reunidos, haciéndose con los servicios de uno de ellos, puede resultar familiar: no tanto las repercusiones estratégicas del asunto: la très dangereuse liaison con el fundamentalismo afgano, el flujo siempre alerta de los petrodólares, el a verlas venir yanki, la moralidad talibán (que G. Kepel, un sabio moderado, compara con los regímenes de Pol Pot y E. Hoxa -p. 487), la protección de antiguos servidores convertidos en enemigos sin conciliación posible, y todo lo que vino después y en lo que estamos ahora y...
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En otro respecto: me resulta tan difícil entender las cosas, que todavía me sigo asombrando de la capacidad metafórica y silogística de los demás. A mí, a veces, el lenguaje se me antoja como hecho de piedras (algo así como en la torpe cultura /explorada en uno/ de los Viajes de Gulliver).
Por lo tanto: pienso en las palabras como objetos sometidos a una fuerza ajena y poderosa. A veces se pasa cerca de ella. Normalmente, no---
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Al hilo de lo anterior (las palabras y la comprensión, la moralidad): la secta había logrado uno de los milagros contranaturales: convertir el cuerpo, lo dado, en el enemigo del espíritu, en lo que convenía modificar, extirpar y hasta aniquilar de raíz. Habían descubierto que la moral vive -mejor- de los latigazos administrados en la carne; los políticos, muy poco tiempo después, se sirvieron de los funcionarios verdugos para un fin similar. ¡Qué digo fin! Para el medio entronizado como si representara el modo de vida adecuado (correcto, jurídico): la mentira y la estupidez---
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