Habitar el paraíso requiere de nosotros un comportamiento sin tacha: no hemos de esperar el perdón si cometemos una falta. Y no es que los hombres se hayan vuelto crueles. Sólo que han perdido la misericordia en tanto facultad de juzgar las conductas. Puesto que la felicidad ya no consiste en el estar plácido en un sitio adorable, en hermosos jardines amenos o entre edificios derrumbados, que son los que mantienen intacto el sentido de la belleza (esa cualidad que viene del pasado, como la esencia aristotélica), puesto que la felicidad no consiste en un ideal contemplar el orden de los elementos del mundo y del trasmundo, sino en un ir y venir continuado entre puntos que frustran la promesa que nos hacen, no habrá que esperar otra beatitud que el corazón nervioso en el camino, el ansia por llegar para volver a ponerse en marcha de nuevo: huyendo de los sitios, huyendo de nosotros mismos---
Adorando al único dios cuyo templo está en Detroit---
¿Cómo no pensar que en esta segunda foto falta algo, lo fundamental?
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