10 de diciembre de 2007

Hilos

De día el sueño se desmadeja: ha perdido la coherencia -la fluidez de objetos y acontecimientos- y la intensidad -se viaja en el sueño por un paisaje igual de vivo que el de la experiencia; los pueblos inexistentes y absurdos están habitados.

Era verdad que la inteligencia tiene fines más elevados que el cuidado corporal: es fría, helada si queremos, pero no guarda en su corazón de cristal ninguna habitación para el odio, anhelo de ninguna clase ni esperanza. Ha roto con el río de los males. Su fragilidad, altiva -de aire que circulara entre las almenas de privadísimos castillos-, está en su incapacidad de crearse, que es lo mismo que su incapacidad de verse desde fuera. Si nuestro ánimo fuera ilimitado veríamos el sueño desde fuera del sueño, con un mero movimiento de la voluntad: la imagen sería para la razón y ésta para aquélla. Al despertarnos, perdemos. Pero de la ganancia de las muertos, en el prado de la verdad donde abrevan las partes irracionales, en el lugar impensable que está mucho más allá del cielo, de esa beatitud no tenemos constancia cierta.

Por piedad hacia mí mismo no menciono el significado simbólico de los dientes, tal como lo escribe Cirlot en la p. 174 de su Diccionario de símbolos (Círculo de Lectores, 1998). Digo "escribe" y no "explica" porque lo dicho por los humanos no es más que artificio y falsedad conveniente. Aunque vivamos de ese aire necesario.

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Thanks.

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