... representa el modo mismo de la falsedad actuante: un híbrido de verdad e inventiva que falta a la virtud de ambas, quebrantando el mínimo principio de verosimilitud: el lenguaje del personaje histórico debe contener todo el arsenal de pretenciosos tópicos del uso moderno, la moda del momento. No hay, después de leída, nada más falso que una novela histórica, conteniendo una doble falsedad: ni invención real, ni la verdad de los hechos (que conoceríamos -parcial, fragmentada, incompleta, humana- en un manual correcto y/o sintético).
Tengo que decir que no leo novelas históricas, pero que me gustaría pensar que este modo tan exitoso, de escritura y de lectura, señala hacia lo que se desea -inteligente o instintivamente- que siga permaneciendo inadvertido: el final de la experiencia humanizada, virtualmente (vicaria, sucedáneamente) satisfecha por mor de una inflación consumidora que localiza, con cada nuevo avance tecnológico, el valor del cielo---
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