Sobre religiones: el libro de José Casanova (Religiones públicas... ), Gauchet, un coloquio en el que intervienen Maffesoli, Martínez de Velasco, etc., en Letras Libres, me parece (está en el coche y no tengo ganas de bajar a comprobarlo), el recurso-que-nunca-falla de Eliade.
No me gusta la trampa lógica de Casanova: asimilar la tesis de la secularización a una profecía de autocumplimiento, excluyente y dominadora; pretender que se ha pasado del ser al deber ser; y, luego, muy pronto, hacer valer sus correctos datos empíricos (modernidad, que no = desaparición de la creencia religiosa) como norma de alcance político. ¿Ahora sí? Yo pienso que no: que no hay paso del logos al mito, que se trata de un paso hipócrita, o vergonzoso, o criminal (en ocasiones)---
Lo que ha sido no puede volver a ser---
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Emplear un diccionario de símbolos para querer aclararse el contenido (casi perdido = olvidado, deslavazado) de un sueño implica correr un riesgo---
No sé si un riesgo: quiero decir que así, sólo con ese recurso mental, procedemos a establecer una serie de ecuaciones que quizás no sean legítimas, que no estemos (nosotros, los seres humanos) legitimados para efectuarlas (entonces, ¿quién?). Al final, a través de una serie de fases que no sería nada difícil reconstruir, habríamos identificado el lenguaje con el sueño irracional (con la falta de autoridad semántica y sintaxis que caracteriza al fluir de las imágenes nocturnas)---
Como en el lenguaje (traslaticio, enriquecido) se encuentra la raíz de la libertad (el poder prohíbe hablar; o imprime el uso correcto de los términos, en la dirección permitida y sólo en ella), entonces, con un pequeño esfuerzo más, habrá de consistir la libertad política en la irrealidad que juega del soñar: y esto es lo que se quería desterrar; es decir, la recaída en el mito, en la religión; es decir, esa facilona mendacidad de relacionar la creencia con la razón, la autonomía con la esclavitud---
El exceso de información nos ha llevado al olvido de pensar: Ilustración es lo que es---
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En el texto, el lector encuentra el curso de sus acontecimientos y estados. El movimiento de los ojos a través de las líneas, de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, hasta pasar página y acabar el libro, deja ver lo que está en juego en el legein: la conformación de un tiempo presente, que es para el lector que finaliza su pasado mismo (puesto que en el texto en el cual él es personaje -incluso autor autoficcional, si nos vamos hacia el otro foco del enunciado narrativo- la historia comprendida sólo puede serlo como pretérito, como sentido transcurrido e irreversible, mortal incluso).
Ahora bien: este moverse de los ojos y de la vida, ambos discursos confundidos, alienta en la incertidumbre de un campo de posibilidades al que se le ha puesto el rótulo de futuro, que sería como la sustancia delante de la cual somos ciegos (la esperanza), lo que proyectado hacia el pasado nombramos como olvido.
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Por eso: reales, hemos perdido la esperanza, somos.
2 comentarios:
Vergonzosas, como tú dices, e interesadas, me parecen las formas regiosas modernas secularizadoras. El mismo perro con distinto, o no tan distinto contemplando el optimismo y superioridad hegelianos de nuestros intelectuales. La religión como forma de dominación (y cobardía) intelectual.
¿Por qué esa necesidad de lo religioso entre pensadores que tiempo ha renunciaron a la vida eterna?
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