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24 de abril de 2009
Quien te conoce...
... concuerda en sus impresiones con quien ya te ha conocido: mujeres y madres piensan lo mismo. En lo difícil que eres. De acuerdo. Pero esto nada te facilita la tarea, si no te llegan a decir si eres algo especial o uno del montón. Como si esa diferenciación pudiera hacerse o tuviera sentido, por otra parte. Quédate con tu miserable óbolo, después de todo. La limosna consistente en dudar, en sorprenderte, dentro de tu pobreza heredada, para ti no hay riqueza mayor (después lo sabrás, pagado en lágrimas agradecidas)... sorprenderte de que las cosas sean y estén ahí para tu mirada minúscula, heladas en la lejanía celeste, o ardientes en tu corazón amante. Sin conocer todavía, textualmente, los dos extremos del maravilloso arco kantiano, tensando al ser entre las estrellas y la conciencia moral. Qué joven se era, y qué poco se ha aprendido.
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