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28 de abril de 2009
Constante
A través de los libros, de un reflejo más pálido incluso que la idea que gobierna la intención de la mano que escribe, en razón de esa palidez que mucho ha se olvidó de la vida, se comprende, sin embargo, que una misma cuestión está presente en aquello que consideramos: la fuerza. Sea crueldad de una legislación de facto sobre el corazón de las personas (en Antígona, aunque la ley divina de la conciencia moral nos parezca igual o más disolvente), sea en el extremismo homicida de la columna anarquista y sus nombres de condenados (Franz Borkenau, El reñidero español). Sea, asimismo, en lo que escribe Nietzsche y en lo que escriben sobre Nietzsche tantos otros conmovidos por la ley de la fuerza entre los hombres.
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