Quien quiera tener un conocimiento literario acerca de ese cristianismo compasivo de la reinserción, que Nietzsche (vid. Más allá del bien y del mal, “De los prejuicios de los filósofos”, hacia el final) sitúa como una de las respuestas a la negación determinista de la libertad personal (la otra respuesta consiste en la petición de responsabilidad, i. e., en la negación del determinismo), ése hará bien en leer lo que escriben acerca de los delincuentes comunes los prisioneros de los lager soviéticos y alemanes. Shalámov, v. gr. Comprobará que la compasión constituye un instrumento al servicio de los criminales, al servicio del ladrón de la derecha de la Cruz.
Cosas de Nietzsche. Vidas de Shalámov. Para este último el hombre es el más fuerte, físicamente, de los animales, lo cual tendría que llevarnos a derivaciones biopolíticas y bioéticas, inquietantes (vid. Sloterdijk). Inquietantes: porque el criminal, el delincuente habitual, común, contiene físicamente su propia e irrecuperable inmoralidad. Porque, en el otro extremo, la fortaleza física característica de la especie humana, tendría que concretarse en valores espirituales que continúan los del cuerpo, la prudencia añadida al coraje y la moderación.
Nietzsche, sí. También Platón. En absoluto una civilización imbécil y olvidadiza.
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