25 de abril de 2008

Repetición

De la visita de hoy a G., donde desde mediados de los ochenta fui un mediocre estudiante (pero no mal lector) no sabría fijar aquí, en esta a-página, un contenido ideal o afectivo concreto, medianamente inteligible:

Ando deprisa, pero no soy el que más.

Han florecido las rosas (mas el amor es caducifolio, con los cuerpos; aunque éstos regresen con sus intempestivas tentaciones vergonzosas).
El calor que hace apunta a ser extremo.

No están tan cambiadas las calles como me habían hecho creer, aunque sí hay cierto dinamismo que, paradójicamente, me parece algo provinciano y estrecho. Más que antes. Ciudad universitaria. ¿Y qué? La cosmópolis habita el corazón, o ni siquiera existe.

Para lamentar: tener que ver, cuando uno (él) ya es tan mayor, desde arriba (octavo piso del hospital) lo que para otros (no creo que ya haya de ser así para mí) tiene que representar una vista magnífica. Con la enfermedad, con los años, la mirada desaparece. Desaparece el gusto de la mirada---

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