... el registro diario de la experiencia se revele insuficiente, y que haya que poner en marcha esa misma experiencia, de una forma mucho más rica, de una manera, en definitiva, imaginaria: viajes de la primera a la tercera persona, juegos con los nombres propios, cohabitación de personajes reales y ficticios, de hechos reales y ficticios (ergo, faction = fact + fiction), etc.
Puede suceder que el escritor se haya cansado de la estrecha habitación de su ego, y conceda tiempo (o lo intente) a espacio tan reducido---
Pero, aunque sea así, el discurso mana de humildes límites: el presente casi inespacial de los experimentos de un alma---
De ahí que, si la expresión subjetiva ha de representar una realidad constante, lo hayan de ser también sus excesos imaginarios: la selva de las autoficciones---
Nihil novum---
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