13 de abril de 2008

Confesión, VII

No era esto exactamente lo que yo, al despertarme, pensaba que debería escribir aquí y hoy. Pero sea lo que hay:

(...) Poniéndose delante del espejo (mirando en su interior) no podía satisfacerle casi nada de lo que encontraba. No podía satisfacerle una certeza de su existencia que había ido labrando a base de errores, en algún caso funestos. Errores muchos, dudas todas, en un ser mezquino. Poca cosa*. De ese mono sin pintarrajear alguien quería hacer un dios (le comunicaron que había mantenido el filósofo F., un bárbaro). Él no podía encontrar nada divino en su soledad. ¿Cómo va a ser divina la voluntad cansada? ¡Como para encontrar creyentes!

*Del rebajamiento moral vendrá la esencia debilitada del ser humano (inclusive en su ensoberbecida con-ciencia). Aunque quizás sea al contrario: el descentramiento del universo indujo humildad (Copérnico nos trajo a Kant). Igual da.

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