(P. Sloterdijk, El pensador en escena. El materialismo de Nietzsche, Siruela, 2000, p. 39)
Es decir: un mundo de posibles imaginados (a priori), concorde con los resultados obtenidos en el tiempo por evolución de una especie asombrosa para sí misma (a posteriori).
La verdad: ese acuerdo de/entre novela teológica y ontología mundana, desgarrada o desencantada---
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Hay quien todavía se encanta: con el neodarwinismo. O tempora...
Hipótesis poco meditadas, como son las mías todas:
Quizás los filósofos yanquis no interesen tanto porque no interesa (a esa disposición que mientan desde Aristóteles a Kant) el industrialismo como visión del mundo. O porque no son originales (plantas trasplantadas del continente, aclimatadas allí). O porque los que sí son originales -nuestros queridos continentales- siguen asombrando: la filosofía, o pega el martillazo en las neuronas o es edificante pastiche...
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