Al terminar el carnaval advertí que los espíritus más afilados, una vez que las gentes se habían despojado de las máscaras, no sabían en cuáles de los rostros recién puestos creer. ¿Por qué no seguir dudando, pues otro carnaval más sibilino podía haber comenzado? Para esos mismos espíritus descreídos cualquier objeto sobre el que proyectaran su mente metódica había de consistir en una X, cuyo despeje se trasladaba al infinito, y el mundo entero del que ellos también formaban parte se convertía en una red sin sentido, inacabable---
No habréis de extrañaros de que yo, contagiado del desánimo, dejara igualmente de creer en el mundo y sus halagos, y que me haya reducido a contarlo, araña que teje para pocos y se va a un rincón---
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