Un filósofo chino, que por su cercanía al emperador hubiera llegado a la sabiduría a fuerza de paciencia (pues debía cuidarse de los sueños de su divino señor), y que hacia 1650 hubiera conocido, si la distancia del centro del mundo permitiera saber estas cosas, la muerte del otro sabio en una tierra lejana y fría donde las nieves son casi eternas; que, si se lo hubieran dejado sus obligaciones, sin distraerse de las tareas del Estado, se hubiera puesto a leer sus obras, se habría figurado que dentro del saco debía haber un gato negro, gordo, fosco y muy fiero, en lugar de una liebre argumentadora que no se dejara coger por tortugas metódicas (o en lugar de una flecha que apetece indubitable ir hacia el blanco/verdad).
Pero nunca se le habría ocurrido que el gato se hubiera metido por sí mismo en el saco, para asombro y susto de los hombres---
1 comentario:
¡Toma ya! ¿No me parece que el gato negro soy yo?
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