No está bien dejarse llevar por la ira, ni aun teniendo razón: ésta, efectivamente, consiste en su formalidad: dar la palabra, dejar el turno...
Tampoco está bien esta demagogia destructora que iguala la experiencia del adulto con la impericia del joven: que incluso se burla de la primera. Así no hay educación, sino basura mental y moral. Políticamente conveniente, para ser dosificada según prescripción gubernativa a las mentes por docenas.
Estamos dentro de la burbuja (los límites) y no podemos explicárnoslo bien. Alguna vez se verá que en una época determinada (la nuestra) los seres humanos decidieron burlarse de sí mismos y dieron el poder del espíritu a la psicopedagogía.
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