I. No pretendía citar al pie de la letra la definición de A. Breton (esto es una página -diario- de autoficción, con lo cual el rigor -circunspección- me resulta bastante indiferente; así como la verdad de mis aserciones; también el hecho de la multiplicación de paréntesis -y de guiones con más texto intercalado).
Sucede, todo habrá que fiarlo al hasard furtivo que desconcierta corazones tramando imposibles, que no será lo mismo el encuentro entre el paraguas y la máquina de coser sobre la mesa quirúrgica que el hecho, realmente mucho más trivial, de poner un paraguas en la misma mesa, algo propio de un desordenado como yo (el autofictor), en cuyas manos, esto si es cierto, peligrarían los pacientes si fuera yo cirujano y no un estudiante de letras (lo fui), y si la mala suerte hubiera forzado el encuentro de sus males (excedente de dolor y cuerpo) con mis manos.
II. El difícil texto de A. E. titulado Raval concluye con una cifra magnífica de todo lo anterior (que forzosamente habré de releer, puesto que el relato se me escapa por todos sus poros: manca finezza por mi parte). No ironía, sino un estupendo sarcasmo sospechoso (nadie pretenda reconocerse inocente) después de la crónica de errores, mentiras y buenas intenciones, cuyo conjunto puede arrojar al abismo a los hombres y mujeres humildes y/o en dificultades, si tienen la mala surte de encontrarse con el sujeto/sustantivo/poder al que adjetiva el desdichado conjunto.
Las citas, en el siguiente post.
No hay comentarios:
Publicar un comentario