6 de febrero de 2008

Ante el dolor, de Susan Sontag

Compré este libro de la desaparecida autora norteamericana, hace unos años, según mi intención, a la postre mentalmente imposible, de llevar a cabo una investigación sobre el texto autoficticio como historia de vida posible (esto es: ni autobiografía referencial, ni novela ni historia de vida; sino un híbrido apropiado y correlativo a los tiempos). Digo según mi intención, puesto que previamente había leído otros textos de S. Sontag: Contra la interpretación, y, fundamentalmente, La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas, textos especialmente relevantes si se quiere entender el trasvase de lenguaje (de figuras, de metáforas) entre la sociedad y la medicina; entre dos formas de poder, si así queremos señalarlo, capaces de producir discurso, y también el que relata de sí mismo. No estoy seguro de haber leído correctamente Ante el dolor, libro que se sale del lenguaje de la teoría social, del lenguaje figurado que manejan las ciencias académicas, para abocarse esta vez al terreno más cotidianamente existencial de la percepción genérica del dolor ajeno, sobre el todo el producido en las guerras. Mi vocabulario seguramente es torpe e inadecuado, el que corresponde a la tarde y mi cansancio, y quizás revele una intromisión heideggeriana mal digerida (cotidianidad, existencial, etc.). Pero es que no podía leer de otra forma, o no podían entender los ojos de otra manera el curso de las líneas que iban siguiendo, y que decían acerca de la reproducción fotográfica de los desastres de la guerra, que hablaban sobre esas radical objetividad (falsificaciones aparte) que se marca mucho más allá de la más excelsa bella verosimilitud de la representación pictórica. Para decirlo sencillamente: un gran desánimo finaliza el breve libro: sin esperanzas, con la mirada de esa muerte inhumana que fascina a Bataille (que no es de una guerra, sino de una ejecución en China a principios del siglo XX), o imaginando la conversación ajena de los muertos en la batalla, sin responder nosotros -yo esta tarde- más que con el silencio. ¿He comprendido el libro?

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