Pinche aquí.
En la cuarta línea está la maravilla acentuada.
Avive el ecuánime lector el seso (sin falta ortográfica) considerando el asombro de religiosos y seglares a que debe mover el acuerdo de unos síndicos, de los jefes de una empresa (los políticos de la educación), con la connivencia de los doctos pirómanos (psicopedagogos), que han pactado una política de incentivos (del hemisferio surreal) que acata (y pide que acatemos: en tanto que riquísimo sapo, gordo, lustroso y viviente) la premisa de que un número indeterminado de los trabajadores (ex-profesores) son incompetentes para aquello que están facultados y pagados. Bravo, bravo! Como la asignación de incompetencia es limitada (entre uno de muchos miles y esos muchos miles menos uno: según la lógica formal) habrá de adquirir el lector de la editorial una duda angustiosa: él no se reconoce como incompetente y merecedor de que le despidan... pero ¿está seguro? ¿No recuerda aquella vez que... ? ¿No merece algunas veces que le echen? Así que es mejor que se calle delante del inquisidor que escupe su fuego sobre el universo, como el pistolero loco que va por las calles insultando mientras dispara, disparando mientras insulta.
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PS. No sé si se escribe "la voilá".
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