Marzo nos trae el sol, un aire claro y recuerdos alegres. Deseamos los cuerpos, los juegos, queremos el contento de otros hombres. Quedan sombras, esas que siempre van con nosotros, adueñándose de las ideas en cuanto se les abre la puerta. Pero ya se hacen menos pesadas, se convencen antes, cuando les decimos que tiene que irse. Seguro que nos ven más fuertes y se acobardan.
Nosotros tememos que se trate de una alegría sin carne, por habernos distanciado en exceso del común. Se nos invita al baile, tal como en navidad no se nos invitaba o como sí pudo haber sucedido efectivamente en otras ocasiones que ya han sido olvidadas. Nunca se sabe si la tarjeta nos va destinada: el pensamiento que se tiene detrás de lo que se está escribiendo nunca es el pensamiento que tiende a faltar cuando se está hablando con alguien. No se es el mismo y se es otro por la mañana, por la tarde y por la noche. (Hasta podría pensar que la verdad está en las presencias radiantes del sueño.) Diferentes aunque estemos constantemente diciendo yo (con un egoísmo sin fortuna), el conocimiento de cómo suceden los hechos parece ir a trasmano: nada más ajeno a nuestra condición que el automatismo del estímulo-respuesta en que se cifra la inteligencia específica, qua mecanismo de supervivencia (biológica ergo social, y a la inversa).
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Día de sol y ejercicios escolares (moral y marxismo), en los que no se cree en demasía ni se deja de creer del todo, por ver si suena la flauta y ocurre la verdad:
"¿Tienen sentido las ciencias sociales? Puesto que académicamente existen, hasta en las modalidades del bachillerato -ese mínimo común denominador de la cultura patria-, les alcanza esa primera parte de justificación. Los hechos son, y no se encuentran razones para afirmar que no son: los hechos falsos son pseudohechos. No. La cuestión se plantea acerca de la legitimidad de discurso de unas prácticas teóricas de interés complejo: tratamiento de los hechos, en positivo, registrados, cuantificados; conocimiento y reflexión acerca de las tradiciones normativas de toda laya que cimentan las instituciones humanas; alcance utópico-práctico de la ciencia académica, para coronar el saber de las élites con una libertad de todos y para todos."
No se es autor de nada, las cosas pasan.
Una verdad así definida es políticamente un desastre.
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