(Vista desde el puente, sobre la rambla que atraviesa la ciudad)
Lo que no dice nada: a la derecha, el bombardeo de la música procesional. A todos los que van en la marcha la ortodoxia se les debe haber transformado en costumbre. Son muchos.
Pensar así tropieza con la evidencia de lo fácil que resulta ofender la fe ajena, para quien llega a confundir los términos, y absolutiza su heterodoxia, haciéndose intolerante con las creencias de los otros. El del ateísmo me parece un negocio hipócrita (si bien muy rentable): el dinero que necesita de dios, el pensamiento-dólar (aunque no lo quiera saber, aunque sólo necesite su pasión y muerte).
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