(Perspectivas)
Deseando tener el punto de vista alejado, el conveniente para poder conocer realmente las cosas, en la pequeña medida en que se podría aspirar a tener ambiciones acerca de esto, nadie te garantiza que puedas estar a la altura de ti mismo. Te alejas para ver mejor, así te pierdes en las vueltas que das, nadie te sigue, ni tú mismo. El círculo es tuyo, tú lo eres y no resulta agradable.
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(¿Qué puedes sacar en claro? Muy poco. Se vive enteramente en la comodidad. Podría seguir -yo, todo- de ese modo hasta el fin del tiempo. Ni siquiera estás cierto de que esta apreciación tuya sea la correcta. Es coherente con lo que sabes de otros, la pérdida igual del tiempo, la rutina aniquiladora. Se cobra brío cuando las palabras se van haciendo más tremebundas, nada más.
Para este afecto que se le cobra a las valoraciones propias hay suficientes antecedentes negativos prestigiosos -un canon de la derrota-, espejos admirables para volver a empezar.)
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