La reproducción del cuadro en la portada de la revista, que me parece como un grabado de Escher que hubiera adquirido movilidad, conforme se lo va contemplando, me recuerda los sueños del Dr. Borg:
la rara belleza de las imágenes (privadas, etéreas, mortales), afectando la vida del adulto (¿por qué tienen que venir ahora?),diciéndole algo a su conciencia (¿qué debo hacer?), de hombre maduro (pues la vida es algo serio, a cualquier edad contiene un momento crítico)...
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(Respuestas, uso público)
Quizá no se trate de convencer (¿a quién y por qué?), sino de extender el escepticismo (disipar las falsas soluciones que se alojan, se agolpan, en los cerebros: empezando las prácticas por uno mismo); quizá se trate de comprender, por fin, que las razones no son positivas sino dialécticas (que en todo esclavo está la promesa de un amo, y en el amo la sombra de su final -como leí -o quise- ayer); que son figuras de una afición a la negación (venida con nosotros a la vida, a la manera de un instinto particular, o pura mala suerte), por la discusión que debe valer por sí misma, representando una adhesión pura al lenguaje en su misma ¿finalidad?
Libre de la referencia obligada, la palabra se ve delante de una alternativa: se vuelve hacia el que habla/escribe, por completo, y descubre la vocación de hacerse poética, instaurar ella y de nuevo la posibilidad de las referencias, hacedora de un mundo propio aunque ambicioso por extenderse; o, de otra forma, no llega a replegarse por entero, le da miedo o no quiere descubrir, se dirige al otro o a los otros, y corre el peligro de convertirse en demagogia política.
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(Conclusiones más personales)
¿De qué es síntoma el olvido de los nombres, propios y comunes? ¿Cuál es el horror que se esconde en el significado de lo que nos pasa y de nuestros actos?
Si las verdades no son agradables no las descubramos: vendrían a nosotros desde fuera y frías, sin querer aceptar ser nuestras.
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Coda: Rilke aceptaba la muerte como su posibilidad propia, de modo que la explicación médica, un nombre académico para lo que nos mata, lo único que hace es enajenarnos. Sucederá lo mismo con cualquier explicación científica o teológica de nuestra conducta: pienso que defender el uso lingüístico de las razones no es más que defenderse, desempeñar fácticamente la libertad.
Lo que pasa es que los mercaderes poseen una apetencia congénita por las actitudes liberales...
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