Materia mía -el horror es un sueño-, inadvertidamente, olvidada de la forma, te debía perder. Tenía miedo de hacerte, de la catástrofe.
***
Salgo de ahí a continuación, respirando y temblándome las piernas. La forma que temía perder en un mal sueño consiste en contar -de esa manera, confundir el recuerdo constante del perfume con la real constancia del cuerpo.
El tiempo, ocasión de las destrucciones, lo rescatan los acontecimientos que se narran; un habla que concede entidad al vacío, a los besos de los locos de ojos errantes y pasos perdidos.
***
(Miedo)
Un dios que sueña -mucho más una persona- pierde su oportunidad de crear: deja en un lugar del camino -v. gr., la intención humana de comprar un juguete- la forma de la vida, el calor del movimiento (para que te imagines -si puedes- la eternidad, el ser).
***
(Anecdotario)
Observé el hastío en el hombre de la tienda, sentado detrás del mostrador, ajeno a los improbables compradores. No había vuelto a acordarme de él, porque yo tengo también que pensar en otras cosas. Ayer, al pasar por delante del establecimiento oí cómo su padre -al cual conozco desde hace mucho tiempo- le decía algo muy simple: "Hasta luego, hijo". No lo refería, sino que más bien lo expresaba, lo sentía. ¿Por qué no pensar que en ese episodio mínimo se encierra todo, que el hijo pueda confiar en que el padre no lo abandone, y así él poder seguir imaginándose la alegría de los juguetes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario