22 de marzo de 2007

Diaria reflexión

Se debe llevar la reflexión hasta su punto final, mortal, extra límites...

atreverse a conocer lo que la letra esconde, la parte de atrás del escenario...

la verdad o el antes de la verdad, si tras ésta queda algún tipo de ocultamiento.

Esta experiencia la realiza cada uno consigo mismo, en su piel, a costa de su vida, recapitulando: se lee el libro, se establece el orden real de las cosas y sus significados. En esta labor no hay compañía posible, sino la obligación urgente y la falta de tiempo. Mejor acompañado. Se ve uno pobre y con frío. Lo ves de esa manera. Lo recuerdas. Mejor que lo recuerdes; así podrás referirlo mejor, aunque contarlo no te vaya a hacer mejor ni te vaya a hacer ningún bien.

Conviene que la información se vaya dosificando, acompañando la lentitud del cuerpo, las crisis, los fallos. Conviene -a ti, a mí- leer entre líneas los silencios, aquello que se oculta. Pero todo se mueve entre la sospecha, no se ve la luz, sino más bien las sombras. Es raro -se piensa- que tú, que no te las das de gran observador, seas capaz de ver estas cosas si pones cierta distancia -que va con la piedad: porque tú ya sabes lo que es, la angustia, las certezas-. Puede que estés equivocado.

***

(Racionalizaciones)

Las conversaciones que se tienen para salir del paso: acumulación de razones falsas, sobrantes, de las que eres tú el objeto, de las que es el otro el objeto. Yo, otro: vida/ contradicción. Ficción, invento de las horas, entretenimiento.

En medio de las razones, nada. Por lo tanto una dialéctica vacía: nada a través del logos; kantianas categorías sin experiencia, un predicar en el desierto. A no ser que seas dios o el diablo, y en ese momento se te admite estar en las situaciones-límite (¿circun-stantes?).

En el fondo: una pobre vida personal que se alimenta del humo de las cosas extrañas, las impresiones y un resto de memoria. ¿Esto es así en general, la vida común?

No hay comentarios: