31 de marzo de 2007

Historia y moral, continuaciones, II

(Vista desde el puente, sobre la rambla)

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A la izquierda, más o menos a la misma distancia de los ojos, un edificio gris feo, con grandes ventanales de arco en la fachada, desproporcionados en su altura. Un sentido monumental que quiere perpetuarse, aunque no ha invertido mucho en pensamiento: se trata de una obra que desintegra, situada en el arranque mismo del recodo que hace la rambla, en uno de los lugares de expansión urbanística de esta pequeña ciudad.

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(Otro edificio, este en suelo urbano, aprovechando el solar de una gran casa vieja que han derribado)

El gato que se mueve entre los hierros del encofrado da signos evidentes de que tampoco entiende nada. aparece y desaparece, rozándose con el lomo, como si ahí -en un agujero en la tierra- hubiera algo con lo que acariciarse.

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Un propósito casi moral: decir lo menos posible de uno mismo, renunciar a la expresión. Prácticamente nada de lo que es sentido en un determinado momento se podría mantener después, tal y como es transcrito.

Se equivoca la escritura, o la emoción. En este último caso el error alcanza el interior.

Aunque en realidad tampoco hay por qué disculparse por ofrecer/se una crónica de los (propios) errores: tan humanos ellos. (Sólo los niños piensan que los maestros no se equivocan.)

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