9 de marzo de 2007

Valoraciones (del momento)

1. Entre sueños, el instante más dichoso: casi desprendido de la realidad de ahora los recuerdos que se quieren tener poseen la vivacidad de lo presente, la transparencia de la verdad... están las cosas ahí enfrente, para una capacidad de representación que casi no lo es: tú y el mundo, sostenido entre los hilos leves del sueño.

2. Olvidar sería, entonces, estar con los hechos de ahora, opacos, enmarañados... vivir gravemente, soportando el peso de las cosas.

3. La muerte queda indecisa entre un recuerdo puro, la forma de la memoria, y el peso mayor de los hechos, la oscuridad total...

***

(La inmoralidad del optimismo, contra los filósofos malvados)

...en el fondo, parece demasiado sencillo: el optimista es un mentiroso. Oculta el interés que le mueve, se inventa un desinterés del que nos pretende convencer que mueve, a su turno, al mundo. Éste no tiene más paz que la del silencio, más blancura que la de la nieve ni más calor que el desierto: espacios que son inhabitables para los seres humanos.

Denunciar la falta de espíritu francamente positivo como crimen (la tarea vocacional del que tiene por oficio el pensamiento de la alegría de lo que es), de manera tal que el delincuente quedara obligado al apartamiento del mundo del trabajo, de la solidaridad de sus convecinos y hasta genéricamente de la sociedad, constituye -es evidente- un nuevo crimen mayor que el que se imputa.

Sucede que el mal filósofo ha decidido, en un momento de borrachera de su cuerpo ufano, radiante de las pasadas y prevenidas primaveras, suspender la cadena de hierro de los sucesos dispuestos kantianamente como mundo de los fenómenos, duros sin misericordia.

A ningún espíritu con restos de cristianismo en sus fondos le parecerá extraño que una conciencia encadenada se sienta en la derrota o en la carencia. Un sedicente ateo, nuestro filósofo, en otras situaciones, sí es capaz de abandonar el cristianismo junto con las cadenas: pontifica con la misma gracia acerca del azar hermoso que gobierna el mundo, y de la libertad entera del que ha escogido el crimen horrible del sentimiento de tristeza por las cosas.

Enfermo, luego condenable.

(Señor mío, Tú, si sabes que Existes -es decir, si nosotros somos algo en tu pensamiento-, perdónale la maldad con tus razones, y si es posible adviértele acerca de la falta de coherencia en su razonamiento acerca del optimismo: pues -inadvertidamente o no- hace culpables a las víctimas de serlo.)

***

...caído el edificio, se levantó de entre los escombros. Enteramente dolorido, sin conocer qué había pasado, estupefacto, se puso a andar entre las calles como un fantasma entre otros fantasmas igualmente errantes. A ellos no los veía, tampoco lo veían a él. Sólo era consciente del espesor de su propia torpeza, era consciente, era.

Algo así debió ocurrirles a algunos espíritus al final de la edad media, sin que yo tenga claro por qué no debía haber pasado en tiempos anteriores, en la medida en que hubieran estado sometidos a condiciones parejamente críticas; aunque tenga claro, no obstante, que una duda tan viva parece imposible en un mundo de espectáculo y sopor.

Afortunadamente el futuro es imprevisible, y nadie sabe nada.

No hay comentarios: