No podía creer en la suerte de esa herencia...
...el camino entre los árboles, estrechándose aquí, bifurcándose un poco después, para llevarle hasta las casas agrupadas al lado de la carretera, y volver sobre lo andado; los pájaros escasos, las mariposas y los árboles florecientes; el olor de los naranjos y la ceniza de las ramas quemadas.
No querer nombrar nada, que los ojos nombren en silencio: marzo era dios, anticipándose con uno de sus nombres de estación, recurrentes.
Había salido sin rumbo y logré perderme, sin dejar de pensar en que la suerte tuviera algo que ver en todo aquello. No. Eso era imposible y había que descartarlo.
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