13 de mayo de 2007

El placer de escribir

Esta tarde pude hablar con él y con sus dos hijos sobre el tema: en efecto, todavía quedan personas a las que se supone que interesa la verdad de los números, el tratamiento diferenciado de los crímenes políticos según qué extremismo los cometa. Es evidente que no se puede resolver el asunto durante una comunión, el ruido es grande y con él uno se da cuenta de que no está exhibiendo más que su ignorancia. Lo que desde afuera puede ser una señal de un carácter presuntuoso, y yo sé que no es el caso. Pero sí es cierto que podría mantener el valor de una opinión, que no es mía sino que oí hace mucho tiempo: sobre historia cualquier persona puede opinar, se permite opinar. Esto no cuadra en una sociedad que ha hecho del trabajo de los expertos la fuente de todo valor. ¿Quiénes son los expertos en historia? ¿Los políticos? Esto debe ser un disparate, y la idea de una memoria histórica (política) también. O pura propaganda interesada, lo que es lo mismo. La falta de protección de los hechos históricos contra los accesos diletantes, la apariencia de rigor con que el gobernante se cierne sobre ellos y los criba a su gusto, provocan un daño irreparable sobre el contenido concreto de la razón, lo que ésta tiene de diálogo convivido, asentado en un carácter común (aunque éste se tenga que limitar a unos hechos discutibles, de interpretación abierta).

***

Iba hacia el afamado restaurante de V. (hoy, por cierto, ha hecho un calor terrible, sofocante) pensando en los propósitos que se albergan cuando se toma la decisión de escribir: los diversos estratos de la acción de contar, cómo se complementan o divergen. Están los pequeños hechos vividos, el encuentro de alguien a quien no veías desde hace mucho tiempo, tu soledad al pensar en todo esto, la buena o la mala suerte que has tenido en la vida, la que han tenido otros...

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