(Aprensiones)
Temores propios de la edad, y del temperamento: un lastre continuo. Lo que se suponía y lo que se va aprendiendo...
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Mala cosa el exceso de información, la concentración electrónica -accesible a todo el mundo- de los rumores sociales extendidos: miedos, desconocimientos, informaciones incompletas...
Pensar demasiado nunca debió ser positivo, ni revelar inteligencia... Saberlo -filosóficamente-, porque se ha estudiado en determinadas asignaturas -hace muchísimos años, en otro mundo o vida-, no vacuna contra la repetición de los excesos. Se quiere conocer el propio cuerpo, sus trampas, y las del cerebro/mente.
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La reflexión, hipertrofiada, dejó las salas puras de la razón y tuvo que institucionalizarse: lo que empieza como encierro en la prisión o en el cuartel va abstrayendo sus cadenas: convirtiéndolas en simbólicas, volviendo más férreo el encierro de un sujeto que ha destrozado el espejo físico y que sólo se tiene a sí mismo delante para estudiarse, para destrozarse en vivo.
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Cuando escribe, ve sus manos que escriben, se equivoca, rectifica, le nace la angustia, que nuna le ha dejado.
¿Quién lo dice? Se teme -habla la impersonalidad- que la pregunta que nace retórica reciba una respuesta demoledora:
-Lo dice tu razón perdida. (Esto no lo queremos escuchar, ni saberlo mínimamente. Antes morir.)
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