(Interpretaciones)
Gestos desabridos, caras largas, silencios más largos aún: los españoles vuelven al trabajo como al martirio.
El pecado original parece que lo cometimos nosotros, y que a nosotros se nos destinó la desgracia. No se debe creer en estereotipos (culturales), pero... nos carga cada vez más la felicidad ambiental -el hecho de que cuando las cosas salen mal tiene que haber un responsable, otro, nunca nosotros (negativamente dicho).
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[Me pasa con los aforismos como con los chistes: olvido la frase ocurrente tan pronto como el chiste que me han contado. Por eso lo anoto /esto, sin chiste/. PS. Lo mismo sucede con los sueños, tan vivos y reales antes de olvidarlos para siempre.]
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(Un razonamiento paramarxista, ad usum)
El peso fundamental de la ideología religiosa puede condenar (o salvar, según gustos) a una sociedad determinada a congelarse históricamente, presentando la misma faz por toda la eternidad (del tiempo histórico!).
Habríamos refutado -con un ejemplo tan concreto y actual, tan inquietante- la tesis marxista acerca de la determinación de la conciencia por el ser social.
En ese mismo momento se ríen los huesos del viejo Marx, pues el exceso -antinatural- de carga ideológica demuestra justamente -por paradójica vía- la validez esencial de su tesis: ni mucho menos es la fe -en cualquier forma- lo que consigue hacer avanzar la historia -aunque puede anquilosarla-, sino que su anormal peso nos proporciona una muestra ejemplar de lo que es historia mostrenca, un terreno baldío -podríamos decir- en el que Marx no nos introduce.
Él, que sólo tiene ojos para el progreso histórico, que nos habla a nosotros única y exclusivamente si poseemos ese mismo sentido. Si sólo hace un momento que hemos dejado de ser creyentes, o hemos secularizado el buen mensaje.
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