(Tremendamente acatarrado)
Carecer de sistema -qué gran sistema: para la política, el amor, la verdad. Revelan su esencia común de juego -para no tener que arrepentirse. A Heráclito -al respecto de esto- pertenece la más sabia sentencia metafísica que se haya proferido nunca, dictada directamente por el dios: "El evo (Aión) es un niño que juega y desplaza los dados; de un niño es el reino" (Frg. 52, según el Heráclito de Mondolfo, 7ª ed. 1983, Siglo XXI).
[No soy ningún hombre sabio, sino que tengo un pasillo largo y en el pasillo un mueble librería de cinco cuerpos, lleno de los libros que quise e inmediatamente dejé de amar (unos cinco metros x dos setenta de libros). Me habría gustado escribir que nuestro (mi, el de todos) personaje se levantó de la enorme mesa de madera (más oscura y noble que la noche) de su estudio y se dirigió hacia uno de los estantes superiores (suponiéndole a la vez riqueza y memoria), en vez de hacerle reconocer que tiene que dejar la habitación, enfilar la puerta, girar a la derecha al cabo de cuatro metros, para encontrarse luego con el pasillo del piso, al cabo de otros cuatro o cinco metros, a la izquierda...]
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¿Los planos de la casa = los planos del ser? Algo de esto debe ser la verdad para el individuo moderno y postmoderno, con su tremenda lucha entre privado y público. En ese caso, el hogar sería el antilenguaje, el juego secreto; y el lenguaje público lo inhóspito, de tan usado y hasta sobado: el amor que nadie quiere -de aquí la nostalgia de guardar silencio, en solitario, y la poesía guardada (un orgullo de amor que sufre).
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