Una de las virtudes del Diario de visita (no regreso) a España, treinta años después de su exilio: la disposición de los diálogos en el texto, los guiones a los que no acompaña ningún nombre ni "dijo él" o "dije yo". De manera que lo dicho, pensado, opinado, etc. parece dicho, pensado, opinado, etc. "en general".
¿Corresponde, “objetivamente”, a una intención autorial? Puede que al contrario: que todo se deba a una impresión mía de mal lector, de lector desatento... Aunque puede que las malas interpretaciones de ahora, delante del texto, apunten a formas más profundas de comprensión. Esto es: que se puedan entender textos “de circunstancias” como el de Max Aub desterrando la autoría y hasta los nombres propios. Que no haya protagonistas ni figurantes, sino un coro de voces a punto de desaparecer. 1969, 2011.
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