Cualquier mayo, también éste de 2001, necesita de sus columnistas informados (insiders) que jueguen con las fichas, y así las reglas no cambian y las aguas vuelven a su cauce (pareciendo que sucede los contrario). Cualquier primavera pasa y sólo queda el gris y el cómodo tejido de los sillones de los despachos.
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Josep Ramoneda, for instance, en este esclarecedor artículo de El país.
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Hay una ironía que no se nota, unas lágrimas que se secan, una sonrisa que no nace. Un mundo en el que no habito, un cuerpo del deseo y un claro del bosque para admirar la luz. Está mi soledad conmigo esta noche, y la mecánica tan difícil de los días. Volverá el calor destructor de los veranos, un incendio del campo en cada tarde y podré pensar en mi destino o en su falta, en las islas que añoro sin haberlas visitado, una casa donde descansar y un vaso de vino mientras me agarro de tu mano. A la hora en que las plazas están vacías y el calor de la noche que llega planta un silencio atronador que hiere a seres como yo o como tú (si te reconoces) que vienen al mundo a errar el camino y darle gracias, oh contradicción, por esta sorpresa continua que es ver el sol e irnos buscando las miradas.
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