"La tercera generación nacida después de una catástrofe nada sabe ya del horror que padecieron sus antepasados", comenta Sloterdijk cuando se le pregunta por la influencia de la larga sombra del nazismo en los jóvenes de su país. "Empieza a ser como con el diluvio: sabemos de él por el Poema de Gilgamesh, por la Biblia, por Platón. Ya casi no quedan testigos directos del Holocausto y la guerra, y es distinto conocer lo que ocurrió entonces a través de material de archivo, ya sea visual o escrito. Los jóvenes de la Alemania de hoy son muy normales, prudentes y responsables".
..., una posible legitimidad de la acción filosófica---
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Piglia, Princeton, una muerte en el campus.
Sobre Bellow, R. Piglia:
El héroe de sus grandes novelas es un intelectual: lo que importa no es cómo la realidad construye la conciencia de los personajes, sino cómo la conciencia de los personajes define -y da forma- a la realidad. Herzog es el punto más alto en esa línea.
Sobre esto, el marxismo, al que tomábamos por una momia que ya ni asusta, quizás tendría algo que decir: el ser de las cosas determina la conciencia consiguiente de las cosas. No a la inversa. La atribución al sujeto finito de la proyección de un máximo (Dios según el beato Feuerbach) representará el último o penúltimo trompe l´oeil del idealismo. Puesto que esa proyección no proyecta nada, no instaura ningun objeto, y no hay otra cosa sino un ejercicio de imaginación que debe evaporarse (desaparecer esa hipóstasis divina), no me parece difícil pensar en una vuelta de tuerca, en volver la dialéctica cabeza abajo: la conciencia, a lo más un abuso cometido sobre el ser.
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