Malévolo el dios, y malévolo el sujeto en quien delega. O que lo proyecta. Hilvanan el tejido o lo aseguran. El sistema de las categorías.
Qué fácil (¿no, N.?) culpabilizar al inocente lenguaje del que se abusa: se moduló el grito, se le hizo voz, y a esa gracia buscada o encontrada hace milenios se la aproximó cada vez más hacia la cosa, hasta el límite en que se indistinguía de ella. El abuso, filosófico o sacerdotal, consistiría, me parece, en inferir que la cosa causa el lenguaje, que los términos representan una emanación natural del mundo ontológico.
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