Yo no soy demasiado crítico. Para ello tendría que contar con un buen sistema de principios, acunado en cuyos brazos se pudiera pronunciar fáciles dictémenes del estilo "a mi diestra la verdad", "la maldad y la mentira a mi siniestra". Ocurre que el Acontecimiento me pilló con el paso cambiado. Últimamente me parece que mis pensamientos no son míos; y ése no iba a ser menos, por mucha justicia que realizara.
Podría haberme dicho: ¿a quién le importa la justicia? En otros términos: cui prodest? Ni eso me hizo falta, la verdad es que yo no necesito casi nada. No lo entiendo, así de sencillo, y aquello de lo que no asimilo la idea me da un tufo mendaz que ni te cuento... Mucho más si el regalo viene adornado con el lazo de las bellas (aunque duras, sobrias) grandes palabras. Pero yo no creo en éstas porque se me escapan las ideas que vehiculan; o a la inversa, y son las ideas las que resultan producidas por los términos que se emplean. En cualquier caso la verdad no la encuentro por ningún sitio. Ya dije que no he de ser crítico: no tengo con qué.
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