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30 de diciembre de 2013
A tal soñador, tal sueño
Hay mucho de escamoteo del objeto y de imposibilidad de actuar en el contenido de los sueños. Se vive primero la facilidad y la dicha, lo que queremos está ahí, casi en la punta de los dedos, lo mismo que la palabra justa está casi en la punta de la lengua, lista para ser pronunciada. Alguien, también cuando soñamos, deshace el embrujo y nos gana por la mano y nos deja cara de lelos. Lo siguiente que sucede es como una transcripción onírica del laberinto: por ejemplo, no hay manera de llegar a los folios de ese examen que nos estaba saliendo tan bien, perdido en un océano de papeles. El ser no era unívoco, como en los presocráticos (?) ni en los sofistas. El ser se decía en relación con la máxima realidad, o sucedía que lo valioso se se determinaba por su distancia respectiva al bien. Pero esto, la doctrina de Platón (sic) no estaba escrito, sino que pertenecía a medias a la mente del personaje desesperado del sueño y a medias al soñador. (El desastre, la pérdida del examen, se desencadenó porque las hojas eran demasiado oscuras y no se veía bien lo escrito. Entonces, había que volver a escribirlo, o remarcar las lineas. Sin embargo, si se ponían las hojas en un determinado angulo contra la luz sí que se podía leer...)
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