3 de mayo de 2011

SOS, rapsódico

Extraña correlación: Cortázar, jazz y ansiedad en variados contextos.

No solamente el cerebro parece ir por un lado y el cuerpo por otro, sino que el mismo cerebro (o lo que me llega a mí de él) parece lejano, distante. No con una distancia en metros, sino distante en sí. Tal impresión de irrealidad, a la par que la angustia, me hace volver aprensivo. ¿Me pasará algo? Bien, supongo que con algún ansiolítico se irá. Pero, ¿por qué ahora?

Me doy cuenta de que ésta podría ser una entrada de la serie del Journal psycho-physique.

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Aun así me encanta encontrarme con que alguien se fije en entradas mías de hace una eternidad, como ésta de hace casi cinco años, y que aunque me cuesta entender lo que quiero expresar (desconcentración en diversos contextos) me da que vino inducida por algo que vi en un libro de Á. Loureiro, The ethics of autobiography. Levinas y todo eso. Ya saben: pretendía investigar.

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Ernesto Sabato en la nada (anotación del primero de mayo).

Esta conjugación de los extremos:

De Kafka observa en su libro El escritor y sus fantasmas (1963) lo siguiente: “La fría objetividad expresiva que por momentos recuerda al informe científico y que es, sin embargo, la revelación de un subjetivismo tan extremo como el de los sueños”.

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