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5 de mayo de 2011
Gravedad
Escribir es caer. Al principio tiene remedio y puede el alma remontar de nuevo el vuelo. Alzarse del error. Luego, nunca sabes cuándo, ya es demasiado tarde. El abismo tira hacia bajo cada vez con mayor fuerza, conociendo cada vez más lo fatal. Se vive para lo escrito, como decía el bilbaíno. Luego no se vive. Cartesiano como la luz de la mañana. Se sueña un viaje, una fiesta de pueblo y un árbol de fuego restallando en la plaza. Podríamos imaginar una noche fría y una casona vieja habitada por jóvenes. Se sueña y se está queriendo contar ya, aunque se decide esperar unos años, y hasta se desea también que el cuento sea verdad: el viaje, la noche helada y un bar con barra de cromo. Autoficción.
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