Ahora que cualquier joven puede elegir pasar sus escasos días de vacaciones viajando a otro país, arriesgándose en el coche o en el avión, uno, que es pusilánime para esos menesteres, va optando cada vez más por la indolencia de la mesa de camilla y el gato. Ya no se tiene edad y resulta ridículo aparentar que la edad no existe. Existe y está en los huesos.
Esto y los libros: va siendo hora de emprenderla con los estoicos, Pascal, Montaigne, Cioran, etc. Deudas que el indolente, yo mismo, debe pagar.
Así irán pasando las tardes dulces por el alma opaca, sin nada más que ...
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