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27 de diciembre de 2009
Desmemoria, II
Quizás sea innecesario recordar, ordenar hechos y rostros, no lo sé. Tengo tres frases sueltas de una conversación, por ejemplo, y no soy capaz de secuenciarlas. Las palabras ocurren en el tiempo, lo saben Kant y los poetas. La generalidad de los filósofos las enfría y a ellas no les queda sino retorcerse igual que momias descontentas. Suceden según un esquema, las proposiciones emitidas, ritualizado (por obra de los mismos filósofos) según una ley eterna de causa y efecto que hasta a dios mismo obliga (para que su obra parezca la mejor posible, teológicamente hablando). Lo sé, todo esto lo conozco, y a mí de nada me sirve. Cualquier sentido que yo les diera (a mis frases recordadas) ya sería un añadido, algo absurdo a lo que la razón que duda no quiere prestarse. La vida no nos viene fácil.
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