Ojalá que en nuestros errores con los jóvenes, inevitables, no seamos injustos a sabiendas. Injustos por ignorancia lo somos todos los días. ¿Conocemos el daño que causamos con nuestros pequeños actos? Yo no. Al darme cuenta, después, no sé si eso me hace mejor o me hace más viejo. En todo caso, la idea de haber sido injusto, y es inevitable que ocurra, no solamente que lo parezca, me revuelve el estómago. Menos mal, me digo, que estos asuntos que surgen tienen remedio y que se van poniendo parches y que hay muy pocas cosas que no tengan remedio.
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De hoy también, ceremonia fúnebre: se piensa que una contingencia no la salva ningún sistema, ni civil ni religioso. Hay la muerte y ya está. Bueno, y la memoria. No se puede decir más.
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Habrá que mirar esto sobre Hamsun, como hay otras muchas cosas que se acaban mirando o que se quedan pendientes.
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... y que esta mañana pensaba en el enorme esfuerzo de Andrés Trapiello en hacer día a día, año a año, la novela de su vida y la de todos. Me susurrra mi mezquindad que él es un freelance de la literatura y que tiene todo el tiempo disponible... mientras que uno es un modesto y asqueado funcionario (de la nada y de la ficción, que no voy a dejar cabos sueltos).
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