Ahora bien: el arbitraje es más malo que un dolor (otras veces no lo fue) y me ha llegado un libro magnífico (1927), un florilegio del Diario de Amiel introducido por J. de la Luz León (sí, él), que voy a empezar a leer de inmediato, como el partido no cambie (Messi mediante; o San Pedro) de signo.
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Hombre de poca fe!
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