Intento, por mi cuenta y riesgo, ver mi segunda película (dibujos animados aparte) en tres años: El intendente Sansho, de K. Mizoguchi (1954). Comprendo, ya empecé a comprender ayer con El prestamista de S. Lumet (a través de las bellas, incluso bonitas, imágenes del inicio que contrastan con la dureza y las lágrimas de después), que puede existir verdad filosófica en un género híbrido como el cine: que el beneficio del capitalista productor no tiene por qué obstaculizar la reflexión sobre la existencia. Tampoco Gutenberg eclipsó la poesía, sino que hizo que el sol apareciera por muchos sitios. También la internet nos permite no callar.
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De repente las imágenes han perdido su orden. No pasaba en la película sino en mí: me estaba durmiendo. Así que dejo la chef d´oeuvre mizoguchiana para esta noche, a ser posible…
Ps. Vi una edición en dos discos (el segundo de ellos explicativo) de La regla del juego, de Jean Renoir. Con eso y con los textos trouvés que je trouve, espero que sabré comportarme como un hombre y disertar sobre la película después de contemplarla, una vez que me haga con ella.
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